La temporada de extracción de corcho que protagonizan las cuadrillas extremeñas en las dehesas salmantinas llega estos días a su fin, con la amenaza de un trabajo «con escaso futuro», debido a la proliferación del tapón de plástico para embotellar el vino.
En una entrevista con Efe, el empresario del corcho Manuel Carnerero, que tiene una cuadrilla recogiendo el corcho de la dehesa municipal de Bocacara (Salamanca), asegura que «o hacemos algo, o este se acaba», ya que el kilo de tapones de corcho cuesta entre seis y siete euros y el de plástico se vende por seis céntimos el kilo.
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