La consabida frase de madre «la comida no se tira» ha llegado a la primera línea de la agenda política e informativa de la mano de los robos reivindicativos en los súper y de una crisis económica que llena los comedores sociales mientras los europeos tiran un tercio de lo que compran (179 k. persona/año).
Unas cifras que abruman y hasta avergüenzan en un país en el que 1,3 millones de personas acuden a los bancos de alimentos para poder alimentarse y los comedores sociales ven cómo se duplica el número de personas que tiene que recurrir a ellos a diario.